30 de enero de 2014

Cosas que hace uno, Zamora, Lucina, 2010, 64 págs.



La  figura  del  filólogo,  filósofo  y  poeta  Agustín  García  Calvo  (1926,  Zamora) es singular, deslumbrante  y  controvertida. Para  contribuir a su  conocimiento  el  propio  autor  ha  publicado su autobiografía  intelectual,  Cosas que hace uno  (Lucina, 2010). Esta obra, tan sucinta –de unas sesenta páginas– como selecta en los comentarios, es el fruto de una conferencia  sobre  su  trayectoria  profesional en  la  Fundación  March.  A  modo  de  moraleja, el autor resume su relato como la “muestra de cuantas cosas se  pueden hacer con una vida y para qué poco parece ser que valgan” (pág.  1). 

La originalidad de García Calvo, que aparece en todas las facetas de su  trayectoria,  se  manifiesta  de nuevo  en  el  enfoque  que  imprime  a  la  narración sobre su vida. La comparación con sus coetáneos reafirma esa  impresión. Acudamos para ello a las magistrales y extensas autobiografías  del psiquiatra Carlos Castilla del Pino (1922)  y del escritor José Manuel  Caballero Bonald (1926). Se trata de obras formalmente incomparable, por  sus propósitos y el modo en que se han elaborado. No obstante, el
repertorio de textos tiene un gran valor  para  comprender  las aportaciones de personalidades de una generación que han ensanchado  campos del  conocimiento  por separado  y  la  filología  y  la  lingüística, en común.  Castilla  del  Pino  escribió  Pretérito  imperfecto  (1997)  y  Casa  del  olivo  (2004)  y Caballero  Bonald,  Tiempo  de  guerras  perdidas  (1995)  y  La  costumbre de vivir (2001). 

García Calvo divide la exposición de Cosas que hace uno en siete apartados, que reseñamos aquí de un modo sintético. En su faceta de autor trata de la poesía y el teatro. Como académico se ocupa de los estudios  filológicos, las ediciones críticas y la enseñanza. Y en lo tocante a la acción cívica distingue la política y la  filosofía sobre la realidad. Para establecer una correspondencia entre estos ámbitos y sus producciones, cabe  señalar que ha publicado poemarios como Canciones y soliloquios, obras teatrales como Féniz o la manceba de  su padre y la edición de clásicos como De rerum natura, de Lucrecio. Ha sido dramaturgo, actor y promotor  teatral  en  círculos  académicos. Ha  pertenecido  al  círculo  lingüístico de Madrid,  junto  con Rafael  Sánchez  Ferlosio. Y ha estado presente en la tribuna pública como articulista de prensa generalista. 

Se  inició  en  la  docencia  en  la  Universidad  de  Salamanca.  Pasó  por  aulas  de  secundaria  y  por  las Universidades de Murcia, Sevilla y Madrid. En Sevilla fue sometido a un expediente disciplinario por su sentido  crítico,  de  modo  que  fue  “el  último  en sufrir  un  juicio  inquisitorial”  (pág.  43).  Y  en  1965, al poco  de  incorporarse  a  la  cátedra  de  latín  de  la  Universidad  Complutense  de  Madrid,  fue expulsado  del  cuerpo  docente, junto con Tierno Galván y Aranguren, entre otros, por su participación en una protesta. La década  siguiente anudó trabajos como preparador de opositores, en academias junto a la Gran Vía madrileña, y luego  en plazas de las Universidades de Paris‐Nanterre y Lille. Desde su reposición en 1976, tras la instauración de la  democracia, ha impartido cursos en la Complutense hasta su jubilación en 1997.

Su denuncia del negocio de los libros de texto le indujo a crear la editorial Lucina, en la que ha publicado sus obras, como es el caso de esta semblanza autobiográfica. A su vez, su pensamiento político desarrolla una teoría filosófica de la realidad, del capital y el Estado. La capacidad crítica de Agustín García Calvo y su rechazo  del uso populista de los medios de comunicación ha limitado mucho su fama e influencia. Ha participado en  programas de Radio 3 y en tertulias, como la que inició en el Ateneo madrileño en 1997, al concluir su etapa  de profesor emérito. Desde entonces, cada miércoles del año, aglutina en la institución cultural del Ateneo un  foro de debate. Y  conserva ese mismo espíritu en la obra Cosas que hace uno, pues al final se incluye la  trascripción del coloquio con los asistentes. 

Una de las preguntas del público se interesaba precisamente por las razones de su escaso reconocimiento social, a lo que contestó que “a mi notable falta de fama y éxito en los cauces culturales he contribuido yo mismo” (pág. 60), en referencia a la elección de la independencia y el rechazo del poder, incluido el de los gramáticos con sus imposiciones sobre la lengua y la escritura. En su elogio de la lengua como patrimonio del pueblo se expresa la unión singular de pensamiento político y lingüística. Pero sus propuestas sobre teoría lingüística y pedagogía de la lengua esperan aún una mejor recepción entre los académicos. 

Sus poemas han sido cantados en escenarios de música popular. Ha puesto letra al himno de la Comunidad de Madrid. Ha recibido los premios nacionales de ensayo en 1990, por Hablando de lo que habla; de Literatura  Dramática en 1999, por La Baraja del rey don Pedro; y de traducción en 2006, por el conjunto de su obra.  También ha sido una figura de culto en sectores progresistas en los años setenta y ochenta. Por ello aparece  como personalidad en la biografía sobre Jesús Aguirre –el intelectual y duque de Alba consorte– que ha escrito  Manuel Vicent (2011). Relata el escritor que García Calvo predicaba sus discursos en locales de ocio, “con las  vestiduras de la revelación, con su bigote de herradura y la melena flamígera” (pág. 221). Un pub, a media  tarde, antes de que llegaran los clientes, podía ser el lugar en el que “el héroe iba a hablar del lenguaje como  creación de la realidad, del quantum y el tiempo, de lo continuo y lo discontinuo” (pág. 221). Allí se le recibía  con un aplauso cerrado, como una celebridad, afirma Manuel Vicent en Aguirre, el magnifico

Leer a García Calvo produce la curiosa sensación de estar oyéndole, no en vano la obra es una trascripción revisada de su alocución en la sede March. Al leerle se diría que está salmodiando. Es una forma característica  de su elocución, que se adapta muy bien a una estructura de cláusulas largas, con un orden arborescente de  subordinadas.  Cuenta  el  origen  de  esa  peculiaridad  actoral  en  este  pasaje:  “En Sevilla  o  en  Nanterre  ensayábamos esa técnica de la voz que llamo melopeya, que está entre el habla o simple declamación y el  canto, de la que luego he venido haciendo uso constantemente” (pág. 16). Leer las Cosas que hace uno es  escuchar la voz del rapsoda, el poeta, el profesor, el lingüista, el filósofo y el pedagogo. Este prontuario sobre la biografía intelectual de Agustín García Calvo es también un brillante manifiesto sobre la poesía, la lengua y  la enseñanza. 


Xavier Laborda 
Universitat de Barcelona 

Linres, L i n g ü í s t i c a e n l a r e d

28 de enero de 2014

El oráculo gramatical de Agustín García Calvo




Agustín García Calvo
 Lucina - 416 págs.
1ª edición: 1985

[Escribí este ensayo allá por 1998, intentando poner orden en mis muchas lecturas de nuestro oráculo zamorano. Quise publicarlo en Archipiélago, donde sólo supe que fue considerado "flojo". Sale hoy del cajón, a modo de obituario, en recuerdo de los buenos ratos pasados divagando sobre su obra]

1. Introducción

Agustín García Calvo es autor de una obra singular: para empezar,tan sólo por atribuírsela a su persona, muchos de sus lectores más fieles dirán que nos equivocamos en todo lo que a continuación diremos. Para ellos, como para el propio García Calvo, en los argumentos expuestos en sus Lecturas presocráticas, Contra el tiempo, o cualquier otra de las obras que aquí vamos a comentar, se expresa una razón común irreductible a la del individuo García Calvo o a la de cualquier otro que, llegado el caso, los defendiese. Se dirá entonces que, por pretender lo contrario, estamos presos de nuestro “pensamiento privado”, llenos de pedantería filosófica e ignorantes de las operaciones de tal razón común -aunque sujetos a ella[1]. A éstos, nuestro ensayo quizá ni alcance a divertirles, pero tampoco pretende, desde luego, convencerles.
Nuestras razones para escribirlo son otras. Por una parte, se refieren al interés de la propia obra de García Calvo, y en particular sus ensayos gramaticales, pues es mucho lo que se puede aprender en ellos, aunque no siempre lo que su autor quisiera enseñarnos. En este sentido, se echa en falta una discusión más cuidadosa de su obra por parte de los lingüistas, aunque, obviando ahora otros motivos, es probable que la apariencia especulativa de muchos de sus argumentos gramaticales les retraiga. Quizá un análisis de estas especulaciones como el que aquí proponemos anime a otros a intentarlo.
Por otra parte, si bien García Calvo no es, ni quiere ser, un autor de mayorías, es muy notable la influencia de sus escritos e intervenciones, particularmente entre muchos jóvenes que se ven afectados (!cómo evitarlo!) por aquel embrujo al que se refería una vez Savater[2] hace ya un cuarto de siglo. Quizá éstos, en su indecisión, sí agradezcan una interpretación alternativa de lo que se obra en los argumentos de García Calvo. Y puede, por último, que otros muchos lectores de cualquier edad encuentren en estas páginas ideas que ya ellos mismos desarrollaron en sus propias lecturas, y acaso alguna nueva.
Lo que queremos mostrar en este ensayo es que la pretendidarazón común ejercitada por García Calvo en sus escritos encubre una concepción metafísica muy particular del lenguaje,  de la que dimanan sus análisis gramaticales de la Realidad; una concepción que no se defiende sino que se postula oracularmente: lo que hay es lenguaje. A ello sumaremos una breve consideración de las limitaciones de esos análisis, más allá de que se conceda o no la tesis metafísica de partida. De lo primero nos ocupamos en las cuatro secciones siguientes (§§ 2-6), y de lo segundo en las dos restantes (§§ 7-8). Puesto que nuestra intención es más ilustrativa que concluyente –sería imposible agotar la obra de García Calvo en unas pocas páginas-, nos concentramos en la crítica del núcleo gramatical de sus análisis, i.e., la estructura de la frase, y nos referimos en cada sección a textos breves para facilitar su consulta. El argumento comienza aquí.... Seguir leyendo en: Omnibus mobilibus mobilior de David Teira

27 de enero de 2014

Referencia bibliográfica: Del lenguaje

Cubierta del manual «Del lenguaje», de Agustín García Calvo

Del lenguaje, de Agustín García Calvo 


 RESEÑA de Mario Gómez del Estal Villarino

Funcionalidad


Del lenguaje es el primero de la serie de tres volúmenes en los que Agustín García Calvo se dedica a describir tanto las producciones lingüísticas como el sistema gramatical del español oficial contemporáneo, como él mismo denomina al registro estándar de esta lengua. Al hilo de ambas tareas, complementarias y hasta contradictorias en muchos aspectos, el autor ofrece un sinfín de acertadas reflexiones y penetrantes vislumbres sobre la naturaleza de la capacidad lingüística humana y otras numerosas cuestiones que dependen estrechamente de ella, además de criticar razonadamente una gran cantidad de prejuicios y ficciones corrientes sobre lenguas y gramáticas; labor destructiva que, dicho sea de paso, Saussure consideraba como tarea primera del lingüista.

Destinatarios


Aunque no se trata de un manual de gramática al uso, de los que presentan y explican el análisis gramatical que una determinada corriente lingüística realiza de las producciones o el sistema de la lengua, ni tampoco, menos todavía, de los que pretenden legislar la producción lingüística, informando sobre cómo se debe hablar o escribir para cumplir la norma académica, el libro se dirige a cualquier lector interesado por las diversas cuestiones relacionadas con la lengua y el lenguaje, ya que se pueden seguir sin esfuerzos suplementarios sus descripciones y razonamientos por la constante, explícita y razonada intención de renunciar a cualquier terminología especializada para la investigación gramatical. De todos modos, los que podrán aprovechar más profundamente sus aportaciones serán los lectores familiarizados con la investigación gramatical, la filológica o la lingüística, a condición de que sean capaces de ver y, sobre todo, oír la lengua sin la carga previa de las ideas aprendidas sobre ella.

División interna


El libro, conformado en forma de diálogo de estilo platónico entre tres personajes (Rueda, que lleva la voz cantante, y Trino y Lina, que sirven unas veces de coro, otras de réplica y otras de crítica), se encuentra dividido en nueve sesiones que se corresponden con otras tantas veladas de conversaciones. La primera se dedica, principalmente, a desterrar algunas ideas vulgares sobre el lenguaje, aclarando además la división entre producción y aparato y definiendo la Gramática como descubrimiento, razonamiento y descripción. La segunda analiza las relaciones que establecen los términos de la producción entre sí, los elementos del aparato entre sí, y las que establecen a su vez elementos y términos mediante los bloques de simultaneidad convencionales. La tercera descubre la instancia organizativa de frase como intermediaria entre producción y aparato e introduce las marcas melódicas como indicadoras de los niveles de bloques de simultaneidad. La cuarta describe las relaciones entre música y sentido, los diversos tipos de coma y las modalidades de frase (de llamar, de ben- o maldecir, de mandar o rogar, de preguntar, de decir y las mixtas). La quinta trata de otras modalidades mixtas de frase (insulto y piropo, promesa o amenaza, exclamaciones y admiraciones), de la negación y predicaciones modales y de los gritos más o menos articulados. La sexta analiza con detalle la sílaba como elemento rítmico exterior a la organización lingüística. La séptima, partiendo de la evidencia de que además de la rítmica hay una sílaba convencional, describe las relaciones que esta establece con los fonemas, por un lado, y con las palabras ideales, por otro. La octava presenta una distinción tan fecunda como la de mundo en que se habla y mundo del que se habla, así como sus reflejos lingüísticos. La novena, por último, relata las fases de la componenda entre este mundo donde se habla y el ideal, y establece el plan de la Gramática descriptiva del sistema y analizadora de la instancia organizativa. Por otro lado, a lo largo de los márgenes del libro se van sucediendo una serie de frases o ladillos que recogen lo más importante de las diferentes intervenciones de los personajes, además de 34 esquemas cuya intención es también ayudar a ver lo que se va diciendo. Al comienzo del libro, se detallan los temas principales de cada sesión en un índice con indicación de páginas.

Perspectiva de análisis lingüístico


Resulta imposible definir con precisión la perspectiva de análisis lingüístico que el autor emplea por su manifiesto rechazo a la imposición que cualquier escuela lingüística representa para el descubrimiento de la gramática, lo que no le impide aprovechar lo que de acertado y penetrante hay en los análisis de muy diversas corrientes. Dado que el verdadero sujeto de la lengua no es el hablante individual sino la gente o el pueblo (que son, por otro lado, muy malos ejemplos de ‘sujeto’) y dado que cualquier niño se muestra capaz de aprender la lengua de la comunidad idiomática donde ha nacido, sea cual sea, García Calvo concluye que cualquier hablante puede recorrer el sentido inverso de ese aprendizaje de la lengua para intentar descubrir la gramática común que está en él en tanto que gente o pueblo. Basta con que sea capaz de dividirse en dos, de los cuales uno es el observador de la lengua, y otro (al que difícilmente se le puede considerar 1) «la pluralidad indefinida a la que aludimos como “gente”» (Sesión I, pág. 47). Esa pluralidad se encuentra en la subconsciencia de todos los hablantes y es, lógicamente, accesible a todos ellos por vía de introspección. Por otro lado, en cuanto a la descripción gramatical que el autor recoge en Del lenguaje, se analizan con gran detalle las producciones lingüísticas en español a partir de las diferentes inflexiones musicales que presentan sus componentes, presentando, entre otras cosas, patrones entonativos sencillos y precisos de las diversas modalidades de frases, de los comas obligados o potestativos, de las palabras sintagmáticas (entendidas como aquellos tramos de producción que presentan una modulación de tercera aproximada, como lacásadesdeallíhevísto odequesehágan) y otras cuestiones como la cita o el paréntesis. Todo este análisis musical de la producción lingüística en español, tan original como acertado y útil, viene a ser el único acercamiento descriptivo a la lengua y su sistema gramatical a través del oído con que contamos en español.

Utilidad para la enseñanza o el aprendizaje del ELE


Varias y de diversa índole son las aportaciones de este manual para la enseñanza de la lengua a extranjeros. Por lo que atañe a la metodología (que no teoría) de la investigación gramatical, la contribución de García Calvo resulta esencial por dos razones complementarias. La primera, porque entiende esa investigación como descubrimiento o desvelamiento del sistema que yace en el subconsciente de los hablantes. Independientemente de los resultados descriptivos que el autor logra con esta concepción de la investigación gramatical, la enseñanza de la gramática del español como LE o L2 debe tener como objetivo una presentación razonada y útil de ese sistema subconsciente. La segunda, porque parte de la constatación de que el sistema aparece reflejado en las producciones lingüísticas y son ellas, por tanto, las que deben guiar el descubrimiento de las regularidades. En consecuencia, debe ser rechazado el aparato conceptual y analítico de cualquier escuela lingüística en tanto no venga determinado por la propia gramática de la lengua. Cualquier acercamiento a la gramática que pretenda contribuir significativamente al aprendizaje de la lengua deberá tener muy presentes ambas condiciones. En cuanto a la descripción de la lengua, la principal utilidad de este manual radica en el hecho de acercarse a la lengua a través del oído, es decir, de las modulaciones musicales que aparecen en las producciones lingüísticas. Este acercamiento resulta fundamental en la clase de español porque, por un lado, cualquiera que aprende una lengua, sea un niño o un extranjero, se acerca a ella por el oído, esto es, escuchando; y por otro, porque en la enseñanza de español el aspecto fónico de la lengua ha sido y es postergado en la inmensa mayoría de las ocasiones. Es, pues, de enorme eficacia la descripción que el autor aporta de esas modulaciones diferentes y de las unidades que por ellas se descubren, tan originales como operativas, como por ejemplo los diversos patrones entonativos del español (íntimamente relacionados con su sentido) o la modulación y unidad de ‘palabra sintagmática’. Esta descripción musical, además, sirve después para el entendimiento de muchos otros fenómenos de índole no estrictamente fónica. En conclusión, el presente manual ofrece a sus lectores un auténtico semillero de análisis y descripciones tan útil como revelador, además de ser un placer para la lectura por la gracia de sus diálogos, algo que lo convierte en una rarísima joya dentro del panorama de los manuales de gramática del español.


Disponible en: 

http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/manuales_gramatica/profesores/garcia.htm

22 de enero de 2014

GARCÍA CALVO, AGUSTÍN, De Dios. Lucina, Zamora, 1996, 300 Pp.


http://www.editoriallucina.es/articulo/de-dios_73.html


Agustín García Calvo es inseparablemente filósofo y filólogo. Entre sus decenas de publicaciones hay libros de texto y antologías de latín, traducciones y ediciones (de Homero, Heráclito, Platón, Sófocles, Virgilio... y también de Erasmo, Shakespeare o Sade), originales literarios (teatro, narrativa y, sobretodo, poesía) y teóricos (sobre el lenguaje, lo bueno, el amor, la felicidad, diversas instituciones sociales, de crítica política, social y moral, ontología, etc.). Su pensamiento quiere ser critico, negativo y liberador de los engaños y trampas de la Realidad, y vincularse—como su poesía-- al logos, la razón y lenguaje común, que no pertenecería a ningún Individuo o Totalidad.

Después de décadas pensando y poetizando por fin ha escrito su teología filosófica. Es decir, ha aplicado a la idea de Dios el bisturí analítico y critico que ya había empleado anteriormente Contra el Tiempo (1993), Contra la Pareja (1995), Contra el Hombre (1996) y, menos explícitamente en los títulos, contra toda idea mayúscula que le pareciera coartadora de las posibilidades infinitas de la vida de la gente.

Su amistad con el logos está presente, para empezar, en el empleo de un castellano rico, con voluntad de estilo, ortografía original, un empleo jerarquizador y expresivo de los tipos de letra y el sangrado y una división en párrafos mucho más fragmentada que la habitual. El pensamiento de García Calvo siempre es poetizante, y su poesía, pensante, como propugnaba Heidegger.

También se ve al filólogo en las continuas reflexiones lingüísticas y las interesantes consideraciones sobre la historia de determinados conceptos (como infinito, existencia o, por supuesto, Dios) en castellano, griego, latín y hebreo. Apenas hay aparato critico. No dialoga explícitamente con otros filósofos que hayan tratado el problema de Dios. Aparte de algunas autocitas sólo encontramos en el libro citas de clásicos grecolatinos, textos bíblicos y autores sueltos como Dante, Eckhart, Gabriel y Galán o Sara Maítland.

García Calvo repasa en esta obra casi todos los temas clásicos de su pensamiento relacionándolos con la idea de Dios. Simplificando hasta la caricatura, creo que el núcleo de la filosofía del autor puede resumirse así: lo verdadero es lo vivo, incontrolable, indefinido, múltiple, no sabido, la gente, el pensamiento, el corazón, el lenguaje, lo posible. En el seno de este mar de potencialidades flota la Realidad, sistema totalitario de ideas falsas que, asociado al temor, lucha en vano por detener lo móvil, cerrar lo abierto, matar la vida. Entre estos ídolos se encuentran, por ejemplo: la Ley, la , la Ciencia, la Historia, el Futuro, la Esperanza, el Trabajo, la Sociedad, la Persona Individual, la Mayoría, el Dinero.., y también la Religión y Dios.

La verdad y la Realidad cohabitan y guerrean en el interior de todos nosotros, en todas las cosas. Veamos ahora algunos contenidos de los ocho capítulos de los que consta el libro:

1. “Dudas de si hablar de Dios o no”: Parece preferible olvidar a Dios,
Administrador de la Muerte y falsificador supremo; pero la lengua común y ciertos
sabios (Heráclito, Eckhart, Machado, etc.) se refieren a El de otra manera. Este libro
se escribe desde esa contradicción.

2. “De la Existencia o Realidad de Dios”: Historia de “Existe”, desde el
Poema de Parménides y Exodo 3,13. Existe = hay (indeterminado) + determinación:
idea contradictoria. El Dinero como epifanía actual de Dios, como Realidad Suma.

3. “De la Fe y Futuridad de Dios”: Dios --> y creencia en el Futuro, que
sostienen la Realidad, Miedo y Esperanza ante el Futuro.

4. “Dios, Uno (y Masculino)”: Atributos sacados de Astete: infinitamente
bueno, justo, sabio y poderoso. De mnúltiple a uno = de nombre común a nombre
propio, por vía judaica y grecorromana. La Trinidad, necesaria para la unicidad.
Sumisión de lo femenino al Hombre.

5. “Todopoderoso”: Atributos falaces. Totalidad (cerrada)  / infinitud
(abierta). Crítica del ínfmniío positivo. A favor de lo indefinido, de las innumerables
posibilidades no sabidas.

6. “Infinitamente justo”: Contradicción entre la infinitud (esencialmente
tanteante) y la justicia (esencíalmnente estabilizada). Juicio Final, Conciencia, Culpa.
Dios Juez frente al no juzguéis de Jesús. Absolución y disolución deseables de Dios y
del Individuo.

7. “Omnisciente y Sabelotodo”: Saber del Todo --> Idea falsa de Realidad
total, cerrada, sabida, versus lo desconocido y sin fin.

8, “Infinitamente Bueno”: Contradicción con Justo, con Todopoderoso. El
Dinero no es bueno sino Justo. Bondad --> infinitud, no saber. dejarse llevar, lo
contrario de la Ley de Dios. Dios es bueno y malo, principio de contradicción, existe
y no existe. Plegaria final: renuncia a tu poder, tu saber y tu justicia, líbramne de ti y
de mi mismo...

Casi todo el libro, pues, se dedica a analizar la función liberticida de la idea de Dios como parte del sistema totalitario de lo Real; pero a través de esta Totalidad clausa, transparece en ocasiones algo diferente. A Dios puede dársele otro uso, «volverlo del revés en su sentido» (p. 20), corno intentan por ejemplo los sabios aludidos en el cap. 1 o, sobre todo, el muy mencionado Jesús (a quien llama el verbo divino). Dios es el Administrador de la Muerte; pero también, a la vez, puede ser la infinitud que «diluye y desconstruye la totalidad» (p. 185). Me parece que la radical crítica de la Religión (con mayúscula) realizada por García Calvo podría dejar espacio para una idea de lo divino últimamente negativa y meramente reguladora y para una religión (con minúscula) libertaria, entendida como abandono de si mismo a lo que trasciende todos los límites y barreras.

En suma: un libro muy rico y sugerente, como todos los de su autor, cuyo pensamiento todavía espera el estudio monográfico que sin duda merece.

Reseña de Javier Ruiz Calderón


ISSN 1135-4712

ISSN-e 1988-3269

14 de enero de 2014

Agustín García Calvo: “La cultura se compra y se vende, la lengua, no, porque no es de nadie”






ELVIRA HUELBES | 18/5/2010





Agustín García Calvo, en el Ateneo de Madrid. / editoriallucina.es
Agustín García Calvo, en el Ateneo de Madrid. / editoriallucina.es
La revuelta estudiantil del 65 no fue una revuelta antifranquista como muchos creyeron”, ha dicho Agustín García Calvo, sembrando cierta perplejidad en su audiencia. “Fue una revuelta contra el Nuevo Régimen, el que actualmente padecemos, y que finalmente se ha consolidado en todas las democracias desarrolladas,  y su primera característica es que fue inesperada”.
El Nuevo Régimen, en el que estamos inmersos ustedes y yo, ya que acabó triunfando abrumadoramente, es el Régimen del Dinero; se puede decir que la pesadilla en la que andamos sirve de ejemplo dramático.
En cuanto a la enseñanza, en la que ha militado muchos años, García Calvo afirmó que cada plan de estudios ha sido siempre peor que el anterior y que nada de esto debe tomarse como fatalidad sino que el conocimiento está al servicio del Dinero, lo que antes se llamaba el Capital –quizás el Plan Bolonia, que ni mencionó, no vaya muy lejos- y que lo que venden las universidades es futuro: “preparar a los estudiantes para el Futuro bajo la Administración de la Muerte”, impidiendo que ya desde niños aprendan con el placer y el juego que proporciona el verdadero conocimiento.
Así, bruscamente, porque el tiempo es oro -o habría que decir dólares-, terminó un viaje intenso a través de su propia evolución intelectual que AGC hizo ante una nutrida audiencia en la Fundación Juan March, de Madrid, el pasado jueves, 13.
De modo que la revuelta del 65 – que expulsó de la Universidad al propio AGC, Tierno Galván,TamamesLópez Aranguren, entre otros- formó parte de las que se estaban cocinando en toda Europa y en los EEUU que culminaron con el llamado Mayo de 68. A García Calvo le costó unas 15 detenciones más y el destierro a París, dulce destierro, dijo, del que le costó regresar.
“Me sentí arrastrado por los estudiantes y, desde entonces, estoy viviendo de esto –murmullo regocijante-, por fuerte que se imponga el Poder siempre se le puede sorprender y coger por algún lado”. Así que, asegura que no ha dejado de hacer política, “o sea, de despotricar”, cosa que hace todos los miércoles en la Tertulia Pública del Ateneo de Madrid, auténtica ágora socrática que lleva doce años oficiando. Pero, para llegar hasta aquí es preciso que les cuente más cosas... Seguir leyendo en cuartopoder

12 de enero de 2014

Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana

http://www.editoriallucina.es/cms/catalogo-editorial/listado-de-titulos?task=view&id=61&catid=90


1. Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana que proclama como su función inicial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si en tanto los hechos y las palabras vienen a confundirse) por la desaparición del Estado español y del Estado en general y por la liberación de la ciudad y la comarca de Zamora, sobre cuya indefinición habrá de volverse en el curso del presente Manifiesto.


11 de enero de 2014

Borges en el Bierzo: Amancio Prada



Valentín Carrera

“Escribir como se habla” era la máxima del filósofo, filólogo, luchador libertario y, sobre todo, poeta, Agustín García Calvo, tan universal que eligió Zamora para nacer y morir, y para ser libre gritando al viento su visionario Comunicado urgente contra el Despilfarro desde la Comuna Antinacionalista Zamorana. “Cantar como se habla” es la máxima de su compañero del alma, compañero, Amancio Prada, que une su voz y su guitarra, su sensibilidad y talento, a la voz y a la palabra de Agustín en un nuevo disco que nos ha traído este invierno como punto de encuentro o amorosa tertulia, en mitad de la tempestad y de la noche fría.

“Escribir como se habla” y “cantar como se habla”, pero también “escribir y cantar como se vive”, que sería quizás el mantra de Chicho Sánchez Ferlosio: tres eran tres, juntos van los tres alegres, por las orillas del Sena, tarareando la partitura de sus vidas compartidas. No podríamos entender sus poemas-canciones más hermosos sin la complicidad de Agustín, Amancio y Chicho: “ya no sé si es mía o suya la canción”, dice Amancio de Las moras negras o El mundo que yo no viva, “¡pero eso qué más da! Ni de Dios ni de nadie. Ni de García Calvo siquiera”... Seguir leyendo en el Blog Borges en el Bierzo


[Amancio Prada: Libre te quiero. Canciones de Agustín García Calvo. CD-libro con 18 canciones, nota introductoria, poemas, fotos y DVD con el recital íntegro en el teatro Español de Madrid en 1982. Editado por Musicaina, 2013].

9 de enero de 2014

Que vivan otros

En el blog: Campos de fresa

Seguimos ensayando para el concierto agustiniano del día 11. Así sonó ayer una de mis piezas favoritas de García Calvo: la canción 23 de su Libro de conjuros, musicada por Luli. 

11 de enero Ciento Volando en concierto





Mira: para que me pierdas,
mira, si de mí te olvidas,
dispuesto estoy a pagarte con oro,
con sudor, con todo lo que me pidas.

Te daré lo que he ganado
y mi parte de la herencia
y más que vaya a robar a los bancos
o me presten todos los que me quieran.

Toma: tuya es esta casa
con su alberca y sus almendros,
con esta mesa en donde te escribo
y el dorado catre donde te sueño;

y te doy mis libros todos
con sus hojas perfumadas;
te doy la flor de saúco en verano
y la luna en marco de la ventana.

Todo lo que más quería
te lo doy por que me pierdas;
te doy ciudades y yeguas y hermanas,
hijos de mi amor y queridas prendas:

quítame a Malena, a Tránsito,
a Bebela, a los amigos,
a aquél que un día en mi mano lloraba,
y a Zuquita, que es la que más me quiso;

y mis títulos de gloria
te los dejo de propina,
aquel rumor de mi nombre en las plazas
y la tinta de oro con que lo impriman.

Tuyo soy: mi vida es tuya;
tuyo es todo lo que es mío: ,
mi alma entera y mi ser y persona,
toma, te Io doy: para ti: lo firmo.


Pero a cambio —te lo ruego—,
no te atrevas a los dioses:
su piel bañada en rocío, sus ojos
de becerra y águila no los toques;

a los ríos argentinos
murmullantes, a las dríades
del olmo, el álamo, el fresno, el endrino,
no les hagas daño; y a los humildes

burros que en hilera pasan
y a las nubes y al lucero
perdónalos; y las uñas de nácar
de estas manos y esos en el espejo

ojos claros no los mates;
y esta piel que huele a trigo
molido y las venas de leche que fluyen
déjalos, señora —te lo suplico:

que ésos no son yo: son masa
de los dioses misteriosos.
Oh, llévame, pero deja las rosas.
Ya que yo no puedo, que vivan otros.





7 de enero de 2014

Condiciones de luna



Ediciones de la Torre. Madrid, 2013

SÓCRATES




Artículo de la Enciclopedia:

Enciclopedia Universitas 1972 Tomo II Salvat

SÓCRATES

AGUSTÍN GARCÍA CALVO


En la Historia, el hombre condenado a muerte por el Jurado de los atenienses en 399 a. C., a los 70 años de edad, acusado de corromper a los jóvenes y de introducir otros dioses que los del Estado.

Salía de la baja burguesía: su padre, artesano de la escultura; su madre, comadrona: solía decir él que había heredado el oficio de su madre, porque lo que hacía al dialogar con sus conciudadanos era ayudar a salir a luz lo que ya estaba implícito en sus ideas.

Su condición social no le impidió recibir honroso trato de personajes de las familias más ilustres, como la de Pericles y Alcibíades o la de Cricias y Platón; ello aparte de los otros viejos amigos, como Hermógenes, Esquines y Apolodoro, que le acompañaban en la cárcel el día de la toma de la cicuta.

A diferencia de los ilustres profesores ambulantes de su tiempo, no parece haber salido de Atenas en su vida, salvo su servicio militar durante la Guerra del Peloponeso.

En medio de los embates entre las tendencias oligárquicas y los demócratas extremosos, él no participó mayormente en la política: una vez le tocó por suerte presidir la Asamblea, donde impidió un juicio sumario contra los responsables del desastre de las Arginusas; y bajo los Treinta Tiranos se negó a cumplir una función policíaca que se le encargaba. Y sin embargo, su propia condena cayó en un momento de restauración democrática, agriada por la depresión y necesidad de culpa que había dejado la pérdida de la guerra... Seguir leyendo el artículo


Artículo:

¡Viva Sócrates!

Publicado en El País 10 de Abril de 1989

¿Agustín García Calvo?


Por lo visto, un periodista norteamericano retirado, un tal señor Stone, ha sacado un libro, que las prensas españolas se han apresurado a venderles a ustedes traducido bajo el título El juicio de Sócrates.

Parece ser que el autor, para darle a las cosas ese empaque de escrúpulo y seriedad científica, cuenta que para acometer su empresa se puso en su vejez, como Catón el Viejo, a estudiar griego. Uno pensaría que si se tomó ese deleitoso trabajo sería para poder entender con precisión los ambages lógicos y sutilezas que juegan en los diálogos socráticos (lo cual requiere ciertamente una buena familiaridad con el ático coloquial de esa literatura) y para meterse un poco en el interminable intento de, a través de las versiones de Platón y de Jenofonte, comparando y contrastando, discernir algo de lo que pudo acaso decir la voz de Sócrates dialogando por las calles. Pero no: al señor Stone no le interesa para nada a qué suena sócrates ni lo que dice; le interesa el personaje Sócrates, y la Democracia, y discutir una vez más de los motivos que tuviera el Jurado democrático ateniense para condenarlo a muerte a los 70 años para el cual fin le bastaba con recoger una sarta de trivialidades históricas y opiniones ramplonas sobre el caso, que unas mediocres traducciones en su lengua le hubieran igual de bien proporcionado... Seguir leyendo el artículo



Conferencia:

Desesperación de Sócrates a nosostros

3 de Diciembre de 2007

Universidad de Barcelona. Facultad de Filosofía





6 de enero de 2014

José Antonio Montano: El gato de Horacio


Publicado por

Bajando por los bulevares de Madrid, hacia Princesa, una de mis tardes ofuscadas de 2004 o 2005, vi a una vieja en un balcón. Caminaba de un lado a otro por el corto espacio, con las manos a la espalda, como un pensador en batín. Entonces me di cuenta de que era un pensador en batín: García Calvo. Andaba con sus elucubraciones entre el cielo gris y el tráfico, un poco como en la canasta en que Aristófanes pintaba a Sócrates. Fue la última vez que lo vi en vivo.
En aquellos años solía cruzarme con él por Argüelles. A veces llevaba una bolsa del Corte Inglés en la mano, no del asa sino agarrada, que a mí me dio por fantasear que estaba llena de billetes. Nunca hablé con él, y él nunca supo de mí, pero fui discípulo suyo intermitente e irónico (un mal discípulo). La primera vez que oí su nombre fue en el bachillerato. Sí, antes de la Logse podía pasar que se hablase de García Calvo en una clase. Luego le tomé simpatía por las menciones de Fernando Savater (en cuyo discurso hacía pareja con Cioran). Hasta que me planté en Madrid como estudiante, a mediados de los ochenta, y un día aparecieron por la ciudad universitaria unos pasquines con esta misteriosa formulación: “Que nada está escrito. Encuentro con Agustín García Calvo”. Seguían los datos del sitio (un aula de la Complutense, en Letras) y la hora. Allí me presenté. Recuerdo la mañana como una sesión de peluquería mental, de la que salí rapado de las pesantes melenas de la Historia y el Destino. Aquello de que “nada está escrito” me produjo el mismo efecto liberador que la famosa frase de Spinoza que yo conocí por la Invitación a la ética de Savater: “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”.
En el último tramo de aquella década me encontraba de regreso en Málaga, pero fue desde aquí desde donde asistí asiduamente a sus charlas madrileñas: en la hora semanal que tuvo durante meses en Radio 3, junto a Xavier Bermúdez. Recuerdo, por ejemplo, el programa de un 6 de diciembre, en que comenzaba proclamando: “¡No a la Constitución!”. Hacía una pausa, que creaba una inquietud paragolpista, hasta que añadía: “¡A la Constitución del Ser!”. Eran refutaciones ontológicas para abrir espacio. Ataques políticos a la metafísica. Allí iba soltando sus ítems, como granadas de mano: la voz que viene de abajo, los medios de formación de masas, el ferrocarril, el Tiempo, el Dinero, el Estado-Capital, el individuo como una reproducción a pequeña escala del Estado-Capital, el pueblo, la gente, las asambleas… Había muchos nacionalistas de izquierdas (ese oxímoron) que llamaban clamando comprensión; García Calvo los despachaba tachando a sus Catalunyas y sus Euskadis de “Españitas”. Predicaba la astucia (estratégica) de no empecinarse en las palabras: cuando el Enemigo las tomaba, dejárselas y huir a un espacio innominado. El Enemigo se quedaba así con las cáscaras del “amor” o la “libertad”, como ciudadelas sin habitantes… mientras estos estaban ya en otro sitio, hasta la siguiente huida.
De todas formas, yo asociaba la negación de García Calvo con las grandes afirmaciones del surrealismo. En el Sermón de ser y no ser, que es el texto suyo que prefiero (junto con Razón común, su traducción de Heraclito, para él sin tilde) escribe: “¿Quién la inventó la blanca / palabra que las borra todas las palabras?; / ¿qué ángel, qué lucero claro de la mañana / a decir nos enseñaba ‘No’?”. Pero Lucifer, en el Arcano 17 de André Breton, estaba formado por tres luces: la del Amor, la Libertad y la Poesía. Más que abandonar las grandes palabras, mi instinto me alentaba a quedarme en ellas; aunque combinando la exaltación con la ironía.
Me gustaba el discurso de García Calvo, pero en el fondo detectaba en él un anhelo puritano y grave; no dejaba de ser un cepo retórico, con sus engranajes muy bien ensartados y, en último extremo, carente de humor. En noviembre de 1987 ocurrió un episodio en la Semana de Autor del entonces ICI, dedicada a Alfredo Bryce Echenique, que muestra esta falta de humor. Una sesión estaba dedicada a mayo del 68, muy presente en La vida exagerada de Martín Romaña. García Calvo se presentó no para hablar, por supuesto, de autor alguno ni de novela alguna, ni siquiera del acontecimiento histórico etiquetado como “mayo del 68”, sino de lo que alentaba por debajo, sin nombre, y todavía alienta, etc., etc. Bryce Echenique respondió con anécdotas frívolas y una revelación: uno de los personajes de La vida exagerada de Martín Romaña está inspirado en García Calvo. Quienes hayan leído la novela lo reconocerán: se trata del líder de los muchachitos del hotel sin baños, el caricaturesco Mocasines. A García Calvo no le hizo ninguna gracia y la jornada prosiguió ya torcida. (He hablado de memoria y puede que haya alterado algún detalle; al que esté interesado en el episodio, le remito a la transcripción).
Al cabo, siempre fui más de Savater que de García Calvo. Y me ha parecido más valiente la evolución de Savater que esa suerte de presente perpetuo, sin evolución, de su maestro. A este le faltó atravesar, para mi gusto, “la línea de sombra”: esa frontera conradiana que separa la juventud de la madurez (y que también supo atravesar espléndidamente, por cierto, mi otro filósofo español admirado: Eugenio Trías). Reconozco el heroísmo (casi diría la santidad) que hay en su persistencia, y reconozco que de ese modo su figura constituye un núcleo de potencia en que lo que dijo queda reforzado al máximo; pero a la vez me produce un cierto bochorno, como cuando aparece en televisión la “abuela rockera”. Hay algo que me desazona en el juvenilismo; sin por ello dejar de encontrarle mérito a la actitud.
Para los savaterianos hay un momento emocionantísimo, a la vez melancólico y feliz, que es el de la ruptura. Tuvo ocasión en 1989, y resulta simbólico que fuese a propósito de Sócrates. El origen estuvo en la reseña que hizo Savater del libro de I. F. Stone El juicio de Sócrates (“La absolución de Atenas”, parte 1 y parte 2). García Calvo respondió con un “¡Viva Sócrates!”, en que, junto a la crítica del libro, se metía con su exdiscípulo con esta frase burlona: “[...] y hasta Savater, que en años lejanos anduvo leyendo conmigo restos de presocráticos (y Sócrates no es otra cosa que el último de los presocráticos), estimando contundentes los argumentos del señor Stone y declarando la delicia de iconoclastia que con este libro le ha cosquilleado”. Savater respondió con el memorable “¿Sócrates o Don Cicuta?”, que fue el momento exacto en que él sí cruzó la línea de sombra. El asunto era exactamente el del ingreso en la madurez. García Calvo había escrito también: “¿Qué puede pensar uno de estos hombres? Lo más piadoso que se le ocurre pensar a uno es que están viejos o se están haciendo viejos, o adultos, por lo menos”. El plural incluye a Gabriel Jackson, que contestó por su parte. En su respuesta, Savater (“hoy viejo, canoso y asentado”), le recuerda qué le dice a Sócrates el joven Clitofonte: “Pero yo no vacilo en afirmar, Sócrates, que tú eres excelente para quien no ha sido aún exhortado, mas para el que ya lo ha sido casi eres un obstáculo que le impide alcanzar la meta de la virtud y llegar a ser de este modo feliz”. La crueldad de llamar luego Don Cicuta a su maestro casi era necesaria para matar al padre, para romper de verdad; además de que se trataba de una broma socrática irresistible (y quizá un guiño zumbón de Savater a otro maestro, degustador de juegos de palabras: Cabrera Infante).
También yo me alejé de García Calvo. Aunque en los últimos tiempos estaba volviendo a tenerle en cuenta, debido a mi amistad online con Al59, discípulo suyo en activo (casi podríamos decir discípulo practicante), de los que iban los miércoles al Ateneo. Por él, su muerte ha sido también más cercana. Yo quisiera terminar mi desordenada evocación con mi recuerdo más cálido del maestro. Tuvo lugar en Málaga, en una sesión del Congreso de Jóvenes Filósofos (de nuevo la juventud: y él era en verdad el único joven) que se celebró aquí a principios de los noventa. El tema de aquel año fue precisamente la muerte. De la intervención de García Calvo no recuerdo nada, salvo que habló de un gato y recitó un poema de Horacio, traducido por él mismo. Con el tiempo ya no sé si el gato estaba en el poema o simplemente se refirió a él en su charla. Solo sé que era por la mañana, que entraba aire suave con luz por el ventanal, que los versos de Horacio, en el canturreo de García Calvo, nos trajeron dicha, y que el gato, dentro o fuera del poema, estaba en paz, tranquilo, olvidado de sí al sol, sin Dios ni amo, libre del Tiempo... Leer en jotdown.es de

LA MUERTE DE SÓCRATES ( Parte I)

Por Ramón Pérez Poza

Por el siglo XI antes de J. C. ya se habían dado las grandes civilizaciones de Babilonia y Egipto ...
Grecia es muy bonita, pero más bella es su cultura. Allí nació la ciencia y la filosofía (en Jonia) y, cuando en mi juventud, descubrí a Platón creí haber encontrado el paraíso de la razón; leí todos sus "Diálogos", uno tras otro con una pasión difícil de imaginar.

La acrópolis de Atenas -bajo el azul de su cielo- con las ruinas del Partenón, magnifica el pasado de la ciudad que, ubicada en el golfo de Egina, fue a lo largo de varios siglos patria de la filosofía y la ciencia, representante del mundo helénico.
La Grecia clásica, denominada Hélade por sus antiguos habitantes, comprendía además del territorio de la nación actual, también otras regiones cercanas al Mediterráneo oriental -con sus aguas de color turquesa- de manera que se podía dividir en tres grandes zonas: la Grecia continental europea, las islas del mar Egeo y la costa de la península de Anatolia, perteneciente a Turquía hoy día.
No sé si la arena, las rocas y las casas eran blancas como ahora, pero, sin duda, tendría un paisaje de una gran belleza natural, plagado de montañas y colinas escarpadas.
"¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan?. El hijo de Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían del áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
- ¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria. Poned en libertad a mi hija, y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.".
(Homero, Ilíada 1, 8-21).


En el siglo V a. C., desde las colonias griegas de Asia Menor (Mileto, Éfeso, Clazómenas, Samos, etc.) se trasladó el escenario de la filosofía a la polis (Ciudad-Estado) (1) de Atenas.
Al principio la polis asimila la forma de gobierno monárquica, cuyo soberano tiene un poder limitado que ha recibido de Zeus.


Notas de Morozevich:

(1) Cada una de las Ciudades-Estado erigía un templo en honor de un dios protector (o de una diosa); Atenas adoraba a Atenea, Éfeso a Artemisa, Eleusis a Deméter, etc. Solamente los ciudadanos disfrutaban del privilegio de penetrar en su interior y participar en los ritos que allí se celebraban. Los actos más importantes de la vida tenían que ser consagrados en ellos.

"En efecto, el temor a la muerte no es otra cosa que creerse sabio sin serlo: presumir saber algo que se desconoce. Pues nadie conoce qué sea la muerte, ni si en definitiva se trata del mayor de los bienes que pueden acaecer a un humano. Por el contrario, los hombres la temen como si en verdad supieran que sea el peor de los males. Y, ¿cómo no va a ser reprensible esta ignorancia por la que uno afirma lo que no sabe? Pero, yo, atenienses, quizá también en este punto me diferencio del resto de los mortales y si me obligaran a decir en qué yo soy más sabio, me atrevería a decir que, en desconociendo lo que en verdad acaece en el Hades, no presumo saberlo. Antes por el contrario, sí que sé, y me atrevo a proclamarlo, que el vivir injustamente y el desobedecer a un ser superior, sea dios o sea hombre, es malo y vergonzoso. Temo, pues, a los males que sé positivamente sean tales, pero las cosas que no sé si son bienes o males, no las temeré, ni rehuiré afrontarlas."

(Apología de Sócrates, Platón).



LA MUERTE DE SÓCRATES (Parte II)

Por Ramón Pérez Poza

Sócrates (469-399 a. C.), hijo del escultor Sofronisco y de una comadrona, nació sano y fuerte, y no hay memoria de que padeciese enfermedad alguna en toda su larga vida. Desde pequeño fue un entusiasta de los ejercicios físicos, disfrutando siempre de su buena constitución.
Como bien se sabe, Sócrates no escribió nada, pero lo vivió todo, y su pensamiento lo conocemos a través de la obra de su discípulo Platón, del historiador Jenofonte y pocas fuentes más. Al Sócrates ideal que nos transmitió el primero, se contrapone la figura aparentemente realista que nos ofrece el segundo. Éste nos brinda su particular visión de la importante personalidad de Sócrates en una prosa más bien pobre, por medio de dos textos fundamentales: los "Recuerdos de Sócrates" y la "Apología o Defensa ante el jurado", complementados por el llamado "Simposio o Convite"; mientras que Platón en sus fluidos Diálogos poetiza al filosofar, expresándose con frecuencia a través de imágenes (1), analogías, metáforas, correspondencias, alegorías, etc.

"-La demostración, ¡oh Simmias y Cebes! -dijo Sócrates-, queda hecha ya en este momento, si quereis combinar en uno solo este argumento con el que, con anterioridad a éste, admitimos aquel de que todo lo que tiene vida nace de lo que está muerto. En efecto, si el alma existe previamente, y es necesario que, cuando llegue a la vida y nazca, no nazca de otra cosa que de la muerte y del estado de muerte, ¿cómo no va a ser también necesario que exista, una vez que muera, puesto que tiene que nacer de nuevo? Queda demostrado, pues, lo que decís desde este momento incluso. No obstante, me parece que, tanto tú como Simmias, discutiríais con gusto esta cuestión con mayor detenimiento, y que teméis, como los niños, que sea verdad que el viento disipe el alma y la disuelva con su soplo mientras está saliendo del cuerpo, en especial cuando se muere no en un momento de calma, sino en un gran vendaval.

(Fragmento de "FEDÓN o de la inmortalidad del alma", Texto de Platón).


Jenofonte también fue discípulo de Sócrates y, en el texto que sigue, se supone que su propósito fue hacer una defensa de su maestro. Es también una ‘Apología o defensa ante el jurado’, aunque a diferencia de la de Platón no está narrada en primera persona. Se cree que esta apología fue lo primero que escribió Jenofonte sobre Sócrates y que "Recuerdos de Sócrates" fue una ampliación de la misma.

"En cuanto a Sócrates, vale, a mi entender, la pena recordar también qué actitud tomó una vez que fue citado a juicio, así ante su defensa como ante su muerte. Es cierto que sobre esto han dejado escritos también otros, y todos han venido a dar en la arrogancia de su lenguaje, por lo que es sin más evidente que Sócrates habló en realidad en esa guisa; pero una cosa no han dejado suficientemente clara, y es que ya en aquel momento consideraba que para sí la muerte era más deseable que la vida; de modo que, al no tenerlo en cuenta, se aparece como más insensata su arrogancia."

(Apología o defensa ante el jurado, Jenofonte, Traducción de Agustín García Calvo).
 
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Jorge Cuña era un poeta extraordinario, que falleció el 30 de junio de 2.004, cuya memoria se honra. Nació en la Rúa de Santiago (Vigo, 1945); se trasladó a Pontevedra (1951-62). En Madrid (1964-68) estudió Lenguas Clásicas en la Universidad. Regresa a Galicia. "Atrás queda mucho de vida imposible y unas cuantas producciones poéticas. Lograron imprimirse "Serpigo" (1972), "Moloch" (1976) y "Mantis" (1988) que tanto ayudó para ir curándome la muerte de amigos." (De Mantis).